MENÚ

Palabras del Hermano Mayor

El Hermano Mayor es el máximo dirigente de la Cofradía o, lo que es lo mismo, el responsable del nutrido y variado grupo de personas que la componemos. Personas a las que, como el “buen pastor” de la parábola de Jesús (cf. Jn 10, 11-16), bien conoce y por las que se sacrifica, dedicando por ellas tiempo, esfuerzo y no pocas preocupaciones.

Queridos hermanos y hermanas,

Con gran alegría, nos acercamos a la celebración de la Semana Santa, un tiempo de reflexión, oración y profunda conexión con nuestra fe. Como Hermano Mayor y en nombre de la Junta de Gobierno, me dirijo a todos vosotros para invitaros a participar activamente en los actos y procesiones que hemos preparado con tanto esmero y dedicación y que encontrareis en este programa de actos. En él vienen reflejados tanto los actos de la Cuaresma, como los propios de esta Semana Santa de 2025.

La Semana Santa es una oportunidad única para vivir y compartir nuestra fe, para recordar el sacrificio de Jesús y para renovar nuestro compromiso con los valores cristianos. Cada uno de los actos que hemos organizado tiene un significado especial y nos permite acercar-nos más a la esencia de nuestra cofradía y a la comunidad que formamos.

Sabéis que estamos en año jubilar y el lema es que seamos peregrinos de esperanza. Pues, eso debemos ser, peregrinos, caminar. Debemos caminar tanto de forma individual (mirando nuestro interior), como de forma conjunta (la vocación de la iglesia es caminar juntos, ser sinodales). Los cristianos estamos llamados a caminar juntos, nunca como viajeros solitarios. Y en esto, la Cofradía juega un papel importante. La Cofradía somos una gran familia. Las familias viajan juntas, porque la Familia, en mayúsculas, es donde comienza la vida y el amor nunca termina.

Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia.

Comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en la Cofradía, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestro yo, en pensar en uno mismo, ocupándonos solamente de nuestras necesidades. Preguntémonos si somos capaces de trabajar juntos; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad.

Recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa. Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado, y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.

Esta esperanza, nos hace latir el corazón, ese corazón, que cuando llega la Semana Santa, se acelera y que se adapta a los ritmos que marcamos con nuestros instrumentos.

¿Cómo puedo pretender emocionaros, si ya tenéis el territorio anímico acostumbrado al asombro?. Los milagros en los que creemos, fijaos bien, no dejan de ser el mismo muchas veces repetido.

Igual que este follón de sobresaltos que es la Semana Santa, milagrosa, insistente y pertinaz. Siempre la misma, nuestra Semana Grande no deja de sorprendernos y conmovernos, tal vez porque nos introduzca en esa vertiginosa rueda del tiempo, y porque tal vez, creyendo saberlo todo, nos damos cuenta de que no sabemos casi nada. Vosotros, en cualquier caso, sabéis aquello que sois capaces de sentir, como yo.

Cuando vayamos a participar en las procesiones estamos haciendo una forma de solidaridad con nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Al caminar juntos, compartimos nuestros problemas y nos apoyamos mutuamente en nuestro viaje espiritual.

Igualmente, os invito a participar de los diferentes actos litúrgicos. Estos momentos de oración y adoración son fundamentales para nuestra vida espiritual y nos ayudan a centrarnos en el sacrificio de Jesús y en su amor incondicional por nosotros.

Por último, os invito a que, si podéis, tengáis tiempo de colaboración con otras cofradías y hermandades, con otras asociaciones, en definitiva, abrir nuestro corazón a los demás. Para ello, disponéis de nuestra obra social, del coro, de los diferentes grupos de trabajo o de las diferentes actividades que realiza la Cofradía a lo largo del año. Cuando hacemos esto, y aunque cada cofradía tiene su propia idiosincrasia, todos compartimos la misma fe y el mismo amor por Dios. De esta manera fortalecemos nuestra comunidad cristiana y de-mostramos que todos seguimos un mismo camino. Somos peregrinos y llevamos la esperanza a quien más lo necesita.

Porque os digo una cosa:
Soy cofrade, soy cofrade de Zaragoza, soy cofrade de la Humillación.

Recibid un fuerte abrazo en Cristo.

Eduardo Sauras Moix
Hermano Mayor de la Cofradía