EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 5: CAPÍTULO 5
Los miembros de la Cofradía tenemos que hacer honor a nuestro nombre de “hermanos” y, por tanto, no podemos tener otro fin, ni otra regla, ni otro derecho, ni otro deber más importante que el de amarnos mutuamente. En efecto, lo de “no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás” y todos los demás preceptos que veíamos en el primer capítulo de la unidad, se resumen en esta fórmula: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
El AMOR es, por tanto, el único y distintivo signo de la Cofradía y lo que contribuye a que realmente sea una comunidad humana y cristiana donde todos los cofrades se sientan y actúen como hermanos, no por unos vínculos de amistad o de sintonía de objetivos que se pretenden conseguir, sino por sentirse fieles seguidores de Cristo, Aquel que se hizo hombre para mostrar a los hombres el amor del Padre y su deseo de hacer de todos una gran familia, una comunidad de hijos en el amor.
Si la Cofradía no camina por las sendas del amor en el seguimiento del Señor y sus Estatutos no tienen como suprema urgencia la construcción del amor cristiano desde su misma raíz en la vida cofrade, contradice los fines de la existencia humana, los de la Iglesia y los de la misma Cofradía. Dicho con otras palabras: o somos una auténtica Cofradía o somos una peña o una “comisión de festejos”, por muy sacros y solemnes que puedan resultar exteriormente nuestros actos.
Pero, ¿cómo podemos renovar día a día nuestra condición de hermanos?. En este punto de este último apartado del curso volvemos al principio.
La Cofradía nos ofrece un generoso caudal de vida en donde podemos compartir tiempo, salud, amistad, palabras, tristezas y alegrías; en la que podemos acompañar a los que están solos, llorar con los que lloran, velar a los que necesitan ser cuidados, atender siempre a quien más sufre.
Y la demostración de ese amor que decimos profesar por nuestros hermanos pasa por una llamada telefónica, un mensaje en las redes sociales, un simple saludo en la calle. Pero sobre todo, se produce cuando nos encontramos en cada uno de los cultos, de las procesiones, de los ensayos, de las actividades de la Cofradía. Nuestra presencia no solo fortalece y revivifica la “vida de hermandad” sino que contribuye a hacer “verdadera hermandad en nuestras vidas”. ¡Cómo no se va a notar nuestra ausencia cuando no pocos hermanos nuestros nos necesitan, necesitan sentirse queridos! Si cada uno de nosotros, aunque nos suponga un gran esfuerzo, participamos en los actos de la Cofradía, nos llenaremos del amor que nos insuflan los demás y así llevaremos el Amor de Cristo allí donde nos presentemos.
Ser cofrade, ser cristiano, es amar a los demás. Pero, si solo amamos a nuestros hermanos, si solo amamos a quienes nos aman, ¿qué mérito tenemos? (cf. Lc 6,32). Como recalcaba Benedicto XVI «en Dios y con Dios también amo a las personas que no me gustan o que ni siquiera conozco... Aprendo a mirar estas otras personas no sólo con mis ojos y con mis sentimientos, sino también desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo».
Un amor que las cofradías lo transmitimos, principalmente, a través de la caridad. Pero, ¿por qué lo tenemos que hacer?. El doctor en Teología y conocidísimo cofrade zaragozano, Armando Cester, ofrecía las respuestas:
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Por Tradición: En el seno de las antiguas cofradías y hermandades, siempre ha existido la ayuda a los necesitados, muchas veces llevada a cabo bajo un aspecto gremial, pero en otras ocasiones desprendiéndose del mismo y ayudando al necesitado sin más condicionamiento que este.
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Por Estatutos: Esta ayuda venía y viene recogida en muchos estatutos. Se debería llevar a cabo nada más que por cumplirlos. En nuestros estatutos, viene específicamente recogido en el artículo tres que habla de los fines de la Cofradía, y cita textualmente: «Realizar, con la debida aprobación eclesiástica, una decidida tarea social dirigida a los sectores más necesitados de la población».
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Por Culto Cristiano: Las Cofradías son asociaciones de la Iglesia dedicadas al culto pero hay que entender bien que el culto cristiano se diferencia del resto de las religiones, principalmente porque “exige” que tenga una traducción en nuestra vida comunitaria. Que lo celebrado se viva en el día a día. Que nuestra santificación recibida en el culto, se exprese en amor a los hermanos. El culto cristiano es culto al Padre en «Espíritu y verdad» (Jn 4,23-24) de forma que no se produzca desfase o ruptura entre nuestras procesiones y actos culturales y nuestra vida, en definitiva entre el culto y la actitud interior que debe tener una expresión exterior.
Referencias bibliográficas:
- Benedicto XVI: “Deus Caritas est”, núm 18.
- Benedicto XVI: Discurso a la Confederación de Cofradías de las Diócesis de Italia. 2007.
- Armando Cester Martínez: “Las obras sociales en nuestras cofradías: ideas básicas sobre su organización y funcionamiento”. En las VIII Jornadas cofrades de la Asociación de Cofradías de Semana Santa de Ciudad Real, 2012.
- José Eizaguirre, José Ramón Mata y Manuel Amescua Morillas: “Paso a paso: itinerario de fe para hermandades y cofradías”. PPC, 2005.
- Capítulo 1
Las normas para ser cristiano: El Decálogo y las Bienaventuranzas - Capítulo 2
La Cofradía: una Asociación Pública de Fieles Cristianos - Capítulo 3
Los Estatutos y Reglamentos, cuestión de solidaridad - Capítulo 4
La Junta de Gobierno, expresión de servicio por la Cofradía - Capítulo 5
En la Cofradía, el Amor es el fundamento de todo