EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 5: CAPÍTULO 3

Imagen del Capítulo

Como ya sabréis, los estatutos cumplen la función de ser la norma básica y fundamental de la Cofradía. En ellos, y de acuerdo con la legislación eclesiástica vigente, se regulan todos los aspectos jurídicos tanto internos (organizativos, económicos,…) como externos de la Cofradía (relación con la Parroquia, Arzobispado, Junta Coordinadora, Hermandad de la Sangre de Cristo,…) y de sus hermanos (derechos y obligaciones).

La aprobación de los mismos, al igual que la erección canónica, debe llevarla a cabo la autoridad competente, en nuestro caso, el Arzobispo de Zaragoza. Una aprobación que supone no sólo la aceptación de que todo es ajustado a derecho, sino también una cierta valoración de conjunto, que va más allá de la materialidad del estatuto para entrar en la realidad social misma de la Cofradía. Y esto lo refrenda el hecho de que al Arzobispo le compete coordinar las diversas iniciativas de apostolado (no simplemente el articulado de unos estatutos) bien directamente, o bien a través de sus representantes: el consiliario de la Cofradía (que también designa él) y el Delegado Episcopal para las Cofradías.

Como se señalaba anteriormente, los estatutos de la Cofradía se ajustan al Código de Derecho Canónico por lo que, como “asociación pública de fieles” que es (y según el canon 298), debe tener como fines «fomentar una vida más perfecta, promover el culto público o la doctrina cristiana, o realizar otras actividades de apostolado, a saber, iniciativas para la evangelización, el ejercicio de obras de piedad o de caridad y la animación con espíritu cristiano del orden temporal».

Misión de una Cofradía

Además, siguiendo las pautas renovadoras del Concilio Vaticano II debe poner todo su empeño en ser:

  1. escuela de formación cristiana, sobre todo a través de una adecuada catequesis, de cultos correspondientes y de otras actividades de formación, especialmente en el campo de la doctrina social de la Iglesia;

  2. ayuda y aliento para la vida cristiana de sus miembros, convirtiendo la Cofradía en espacio propicio para la oración comunitaria donde se fomente la vida espiritual y se estimule la participación real y efectiva de todos en los sacramentos;

  3. ámbito en el que se viva el mandamiento nuevo del amor, a través de la fraternidad y la ayuda mutua de todos sus hermanos entre sí y de la solidaridad con los demás, especialmente con los más necesitados. Es decir, ser también escuela pero de caridad cristiana;

  4. llamamiento a sus hermanos para que sean testimonio vivo y ejemplo de vida cristiana en el mundo, en la vida diaria de la calle, del trabajo, de la profesión; presencia real de la fe en Cristo en la familia, en las realidades sociales, económicas, culturales.

  5. lugar donde se viva la comunión eclesial con el Santo Padre, con los obispos, con los presbíteros y diáconos y con cualquier otro movimiento o realidad eclesial, especialmente con los de nuestra propia archidiócesis y con la parroquia en donde queda inserta la Cofradía.

  6. y estructura eclesial al servicio del apostolado y la evangelización de los laicos, concienciando a sus hermanos que deben anunciar a Jesucristo, sin complejos, sin miedos, sin avergonzarse del Evangelio.

Por todo ello, se puede deducir fácilmente que la Cofradía no es lugar para el lucimiento, ni para supuestas genialidades o protagonismos de nadie, ni está al servicio de ningún interés particular, ni de ninguna apetencia de poder, de imagen o de apariencia. La Cofradía es de Cristo y para Cristo; es de la Iglesia y para la Iglesia; y está al servicio de su Evangelio y de la misión de la Iglesia.

Nuestro único interés es la gloria de Dios, el bien de los hombres, el surgimiento, crecimiento y fortalecimiento de la fe, la extensión de la Iglesia, la presencia de los cristianos laicos en la vida del mundo para hacer posible un nuevo tejido social impregnado por el Evangelio.

Así que los reglamentos y los propios estatutos son los que nos hacen desarrollar la vida de la Cofradía en coherencia a lo que es, manteniendo una continuidad, sin caminar a saltos ni destruyendo lo andado, poniendo de relieve lo que es importante de lo que no lo es, lo vital de lo accesorio. Y al incorporarnos a la Cofradía, cada uno de nosotros nos comprometemos a guardarlos y cumplirlos, lo que hacemos en el acto solemne en el que como nuevos hermanos somos acogidos imponiéndonos la medalla.

Ahora bien, aun siendo fundamentales todas estas normas para el buen funcionamiento de la Cofradía, más aún lo ha de ser el hecho de cada hermano viva conforme a lo que representa la Cofradía, porque el respeto a los estatutos y reglamentaciones, cumpliendo con lo que en ellos se indica es, sobretodo, cuestión de solidaridad con nuestros hermanos:

  • El no pagar las cuotas, en circunstancias económicas normales, es ser insolidario con los demás hermanos que si lo hacen, al igual que también lo es el hacer lo que uno quiere en cada momento sin mirar a nada ni nadie, o faltar a las responsabilidades que hemos adquirido.

  • El quejarse continuamente por todo (aun por mucha razón que se crea tener), el criticar por criticar o el transmitir constantemente que para que funcionan las cosas solo las puedo hacer yo (un “yo o el caos”), son muestras claras de inmadurez y de un individualismo contrario al que emana el propio término “cum-frater”.

  • Decirse cofrade pero tener una conducta religiosa irreverente, una compostura indecorosa durante cualquiera de los actos de la Cofradía o aferrarse a unos ideales contrarios a la doctrina de la Iglesia, ya no solo es de incoherentes sino de necios (cf. Sab 13, 1) porque aquí no se obliga a nadie a pertenecer a una cofradía, a una comunidad eclesial.

  • Autoproclamar a tu Cofradía como la mejor, mirando por encima del hombro a las demás cuando todas tenemos «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos» (cf. Ef 4, 5-7), cuando la imagen de Cristo de tu paso titular representa al mismo Jesús que la que lleva esa otra cofradía que dices no soportar, es una clara muestra de fanatismo e incultura. Se puede amar con toda tu alma a tu Cofradía pero por qué no vas a apreciar, querer y saber valorar la riqueza, el encanto y las particularidades de las cofradías hermanas si todas conformamos el mismo sublime conjunto;

  • Y el ofender a un hermano, el reprochale o acusarle injustamente, o el no querer perdonarlo es, además, atentar gravemente contra el mandamiento del amor que nos enseñó Jesús y que, en realidad, es la única norma que debemos anteponer: Amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos (cf. Lc 10, 27).


Referencias bibliográficas:

- Antonio Cañizares Llovera: Carta Pastoral “A las Cofradías”. Valencia, 2017.

- Rafael Gómez - Ferrer Sapiña: “El asociacionismo en las cofradías”. En VIII Encuentro Nacional de Cofradías. Gandía, 1995.

- Estatutos y Reglamentos de la Cofradía Jesús de la Humillación.


 

EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 5
  • Capítulo 1
    Las normas para ser cristiano: El Decálogo y las Bienaventuranzas
  • Capítulo 2
    La Cofradía: una Asociación Pública de Fieles Cristianos
  • Capítulo 3
    Los Estatutos y Reglamentos, cuestión de solidaridad
  • Capítulo 4
    La Junta de Gobierno, expresión de servicio por la Cofradía
  • Capítulo 5
    En la Cofradía, el Amor es el fundamento de todo
ACTIVIDADES DE LA UNIDAD 5