La imagen de Jesús de la Humillación representa a nuestro Señor en el momento de ser condenado a morir como si fuese un peligroso malhechor; en la más completa soledad, abandonado, traicionado y negado por sus propios discípulos; incomprendido y ultrajado por sus coetáneos; desprestigiado y perseguido por los poderosos; despreciado y torturado por sus verdugos.
Humillado a sí mismo al mostrarse igual que los demás hombres pese a su condición divina [1] y obediente a la voluntad del Padre hasta sacrificarse por redimir a la humanidad de sus pecados. Designio divino de salvación que lleva al Hijo Unigénito a la Cruz tras la sentencia dictada por el procurador romano Poncio Pilatos, quien aun habiendo declarado repetidamente su inocencia, se amedrentó ante las amenazas políticas de los sumos sacerdotes: «Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Ellos dijeron: A Barrabás. Pilato les preguntó: ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías? Contestaron todos: Sea crucificado. Pilato insistió: Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más fuerte: ¡Sea crucificado! Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo: Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros! Todo el pueblo contestó: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Entonces les soltó a Barrabás, y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran». (Mt 27, 20-26).
La talla fue adquirida en el mes de septiembre del año 2002 a la Hermandad del Santísimo Cristo Redentor y Nuestra Señora de la Soledad de la localidad barcelonesa de Badalona, sustituyendo, de esta manera, a la imagen propiedad de la Parroquia de San Felipe y cuya autoría se atribuye al escultor José Alegre [2].
De tamaño natural (170 cm. de altura), de autor anónimo y datada en último tercio del siglo XIX, continúa con cierta fidelidad el estilo adoptado en la imaginería de la época en áreas catalanas, precursora de la escuela artística de Olot. De las llamadas “de vestir”, exclusivamente tiene talladas en madera policromada cabeza, cuello, parte superior del torso, manos y pies (éstos, calzados con sandalias), quedando esbozado el resto del cuerpo en un bastidor de cartón-piedra, alargado y sin anatomizar, que silueta el busto y perfila las piernas.
Su rostro, de piadosa expresión, aparece magullado a la altura de ambas mejillas e hinchado en los pómulos, signos inequívocos de los muchos golpes recibidos desde el mismo momento de ser prendido en Getsemaní (cf. Jn 18, 22; cf. Mt 26, 67; cf. Mc 15, 65; cf. Lc 23, 63). La boca entreabierta, permite observar una lengua contraída y unos labios ardorosos, consecuencias de la profunda sed y de la fiebre producida por todas las lesiones provocadas en su cuerpo. Sus ojos, entornados y profusamente irritados, se revelan en la baja mirada que dirige al suelo y dan muestra evidente de dolor y agotamiento psicofísico y moral.
Por la frente, cuello y comisura de los labios fluyen regueros de sangre procedentes de las heridas producidas por la corona de espinas que burdamente ciñeron los soldados romanos sobre su cabeza (cf. Mc 15, 16-17). Una cabeza, aderezada por una cabellera natural (continuadora de la búsqueda de realismo en la época contrarreformista y tan característica de la centuria dieciochesca), y sobre la que quedan ensambladas las potencias, tres piezas de orfebrería en forma de rayos revelando que la luz de la Santísima Trinidad resplandece sobre Jesús [3].
Los brazos, articulados y desmontables para facilitar el poder ser vestido, se entrecruzan quedando las manos atadas, por delante a la altura de la cintura, por un cordón dorado que cae desde su cuello (reliándose a la cintura a modo de cíngulo y terminado en borlas) señalando, de esta manera, no sólo una patente y expresiva cautividad, sino también el simbolismo de la entrega voluntaria y redentora de Cristo.
Sus vestimentas, confeccionadas en 1992 por las RR.MM. Franciscanas Concepcionistas del Monasterio de la Inmaculada de Épila, están compuestas por una túnica blanca de tisú con bordados en oro fino a realce de irregulares trazas románticas con motivos acantonados y un mantolín púrpura de terciopelo que cae desde su hombro izquierdo. Ropajes que, con sus colores y ricos ornamentos, manifiestan tal y como ha venido haciendo la tradición cristiana a lo largo de los siglos, las funciones mesiánicas de Jesús como Sacerdote, Profeta y Rey [4].
Restaurada por el reconocido escultor malagueño José Dueñas Rosales, autor de numerosos trabajos para Hermandades de la Semana Santa de la provincia malacitana, la imagen fue bendecida el 7 de Marzo del año 2003 en nuestra sede canónica por el párroco de San Felipe y Santiago el Menor, Rvdo. Eusebio Mainar Lahoz, teniendo su primera salida procesional el Domingo de Ramos de ese mismo año.
La imagen es portada procesionalmente en un paso con ruedas con unas dimensiones aproximadas de 3,5 metros de largo por 2,4 de ancho, y cuya greca fue realizada por los escultores Clavero en 1993 en madera de abedul policromada y con “pan de oro”, ubicándose en su frontal el escudo de la Cofradía y en su parte trasera, el monograma de Cristo [5], reproduciendo idéntico modelo al existente en el dintel de la puerta del templo de San Felipe. La misma fue restaurada por el mismo taller en 2012, devolviéndole el escultor José Luis Clavero la belleza y brillantez con la que fue tallada.
Desde la Semana Santa de 2009, la iluminación procede de cuatro artísticos faroles de bronce pulido y cristales blanco mate realizados en el taller zaragozano Balorjoya, que son colocados en cada esquina del paso y que realzan y enriquecen notablemente el conjunto. Cada farol tiene forma hexagonal y está compuesto por 70 piezas ensambladas con la técnica de fundido a la cera perdida, adornándose en su parte por una greca con motivos mudéjares geométricos. La ornamentación se completa con la talla en bronce de dos ángeles querubines en la cubierta inferior, escudos de la Cofradía en la parte central de dos de las caras, y corona en la cubierta superior que pone de manifiesto, nuevamente, la realeza de Cristo [6] puesto que, precisamente, se está representando un momento tan próximo al que nuestro Señor confirmó públicamente que es Rey (cf. Jn 18, 37), declarando solemnemente que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra (cf. Mt 28, 18).
Notas de Referencia:
[1] De estos versículos de la carta de San Pablo a los Filipenses (cf. Flp. 2, 6-11) así como del contexto de otros pasajes bíblicos como Jn 1,14; Jn 17, 5; Ga 4, 4; y 2 Co 8, 9, deriva el concepto teológico “Kénosis” (heautOn ekénosen = “vaciarse a sí mismo”). La Comisión Teológica Internacional en su documento “Cuestiones selectas de cristología” publicado en 1983 define este “vaciamiento” del Hijo eterno de Dios en su facultad de hacerse hombre y de vivir como los demás hombres en la humildad de la condición humana, con su carga de limitaciones, sufrimientos y de muerte, antes de pasar a la situación gloriosa en que se encuentra con y después de su resurrección.
[2] Para conocer más sobre esta imagen, consulta el apartado "Nuestras otras imágenes".
[3] Otra teoría para la interpretación del uso de las potencias en las imágenes cristíferas tendría como origen un antiguo concepto de la filosofía aristotélica adaptado al pensamiento cristiano medieval por Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura y haría referencia a las potencias del alma, dentro de los cuales se distinguen las tres intelectivas, memoria, entendimiento y voluntad, que proporcionan al ser humano las facultades de poder pensar y de querer libre. Como hombre verdadero, Cristo también las poseía aunque desarrolladas en su grado máximo. Desde otro punto de vista, el iconográfico, sus orígenes se retrotraerían al arte bizantino, pasando desde oriente a occidente a través de las representaciones carolingias, románicas y góticas y su origen radicaría en el nimbo crucífero reservado a Cristo, del que únicamente eran visibles tres brazos de la cruz al quedar el cuarto oculto tras la cabellera.
[4] Como indica el Catecismo de la Iglesia Católica (436) «Cristo procede de la traducción griega del término hebreo Mesías que significa ungido, pasando a ser nombre propio de Jesús porque El cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que habían recibido de Él. Este era el caso de los reyes (1 S 9, 16; 10, 1; 16, 1.12-13; 1 R 1, 39), de los sacerdotes (Ex 29, 7; Lv 8, 12) y, excepcionalmente, de los profetas (1 R 19, 16). Este debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino (Sal 2, 2; Hch 4, 26-27). El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor como profeta (Is 61, 1; Lc 4, 16-21) y a la vez como rey y sacerdote (Za 4, 14; 6, 13), por lo que Jesús, cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey».
[5] El monograma está formado en el centro por un crismón compuesto a su vez por dos letras griegas (X = ji, P = ro, que suenan como j y r) y por la terminación latina S, de modo que Christus, abreviado en latín se escribe “Xps” y pronunciado “Jristus”. Junto a la P se coloca una cruz (Cruz y Crismón son Cristo), añadiéndose al Crismón las letras Alfa y Omega (primera y última del alfabeto griego) para manifestar que Cristo es «primero y último, principio y fin» (Ap 22, 13) y quedando todo el conjunto rodeado por un círculo, simplificación de la corona de laurel o aureola de triunfo y santidad.
[6] Pío XI en su encíclica “Quas Primas” del 11 de diciembre de 1925 por la que se instituye la festividad litúrgica de Cristo Rey indica que, no sólo «Jesucristo es llamado Rey en un sentido metafórico a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas [...] sino que, evidentemente, también en sentido propio y estricto pues sólo en cuanto hombre se dice de Él que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino (cf. Dan 7, 13-14); porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas».
El texto "Jesús de la Humillación" creado por David Beneded Blázquez para www.jesusdelahumillacion.org, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 3.0 España. Zaragoza, 2003-2017.
Fotografía principal: primer plano de "Jesús de la Humillación" preparado para sus salidas procesionales (fotografía de David Beneded). Fotografías secundarias: detalle de las manos de la imagen (fotografía de David Beneded); primer plano del rostro de la imagen con la peluca de pelo natural y la corona de espinas (fotografía de David Beneded); “Jesús de la Humillación” en su paso durante la salida procesional del Domingo de Ramos de 2010 (fotografía de Pedro Lobera).